lunes, 3 de octubre de 2011

Refugio en el bosque de tus ojos

Dejé de pensar en muertes dolorosas, mi ánimo dejo se correr salvaje por las calles atolondradas de cualquier parte.
Dejé de sentir, de alguna forma, la necesidad de incrustarme culpas bajo la piel, dejé de enseñar mis estigmas, dejé de armarme recorridos con gotas dolientes de sangre.
En vez de eso, sentí un remezón energético en las venas y abrí los ojos hasta desorbitarlos; todo era más brillante de lo que pensaban.
(Que no me quiten la libertad de amarte las noches que paso en vela, las veces que me lanzo con los ojos cerrados al piso)

Había olvidado como se siente el aire en el pelo, por pasar mucho tiempo bajo el agua escuchando todo en distorción, burbujeante e inconcluso. Me había perdido en la angustia de la interpretación pura y constante, delirosa.
Había atendido a las voces que están en mi cabeza, me había aislado con genuina tristeza a observar como todo se movía a mi alrededor, ruidoso y ajeno.
En vez de eso, giré contigo por el centro, sentí el impulso de saltar a tu mejilla y tatuarte mis labios pequeños.
(Que no se me atrofien las piernas, aunque estén amoratadas; que no deje de asaltarte en cualquier parte mi boca ansiosa)

Aunque a veces me ausente de mi misma y parezca volar bajo y rozar las llamas del infierno que inventé... Me rescatan tus ojos.

Dejé de sentirme evadida por el castigo que busqué.
Dejé de sentirme vagabunda y náufraga en un océano de pesadillas, de viejas conspiraciones ficticias.
En vez de eso, respiré un oleaje de aire puro, de renacimiento entre cenizas, de volar alto alto alto, donde lo brillante del sol me haga enceguecer de felicidad cosquilleante.
(Que no me quiten el inmenso éxtasis de amarte, las torturas pasajeras de mi cabeza de golondrina)

Había olvidado como se siente reír de forma espontanea, el alboroto de mis huesos y partículas desconocidas.
Había encerrado mi alma entre las mordeduras agresivas de mi propio temor, desgraciados patrones de miedo, inseguridad que me harta, me pulveriza los helados huesos.
En vez de eso sonreí al verte, sonreí llorando por la magnificencia y pureza de mis latidos. Latidos que irrumpen y resuenan en mi pecho cuando aparece en todas partes tu mirada.
(Que no cese mi respiración aun, menos ahora que te amo tanto)

Aunque a veces mis pestañas estén pesadas de llanto y mis puños arremetan contra mí... Me rescatan tus ojos.

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