miércoles, 12 de octubre de 2011

CortázaR

Con un paseo por las calles de París.
Con las metáforas llenas de alámbres de sus complejos sentimientos.
Con las oscilantes variaciones de su ánimo.
A veces un mendigo en el asfalto podrido. A veces elevándose glorioso a mil pies de altura.

CortázaR siempre me recuerda que para escribir hay que estar enfermo de algo.
Hay que odiar las letras con la misma firmeza del amor que se siente por ellas.
Ambivalente en cualquier juicio.
Filoso como una púa.
Suave como la cabeza colorida de un alfiler.

Rayuela es un espejo roto que no puede evitar reflejarme y al mismo tiempo reflectarme lejos.
Huimos los dos, despavoridos. Espejo y yo. Rayuela y mis ojos. Huimos asustados de nosotros mismos.
No vaya a ser cosa que unas páginas más allá se encuentre el desenlace a nuestras vidas pasajeras.
No vaya a ser cosa, que de pronto las hojas me consuman por completo.

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