viernes, 14 de octubre de 2011

Enferma.

Hoy día me desperté mirando las nubes.
La claridad del día me cegaba. Me mantenía maniatada a mi cama.
Por suerte, de otro modo, estas lineas no existirían ahora.
Y sólo yo sería un cuerpo de piernas magulladas, brazos magullados; tirada en la orilla de una playa desértica.
La misma donde tomé tu mano por primera vez. La misma que vio nacer este experimento humano que hoy ve las nubes desde un colchón.

Hoy desperté con el techo blanco, más cerca de mi cabeza palpitante.
Siento un globo de agua, en un inmenso vaivén, ocupando los rincones de mi cabeza.

Estoy cansada sabes?
Cansada de que me duela la cabeza día por medio.
Cansada de que dormir no sea un descanso, si no una pesadilla.
Esto no es siempre, claro.
¿Pero no que las personas siempre fijan su atención en lo negativo de sus propias existencias erráticas?
¿Por qué habría yo de ser la excepción?

Estoy cansada de tener la salud de una anciana.
De despertar cansada, dormir con miedo si no estás cerca.
Porque tu, de alguna forma que desconozco te transformaste en el antídoto a por lo menos uno de mis pesares corporeos.

Hoy desperté de nuevo. Como ayer y como antes de ayer.
Como todos los días hasta hoy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario