domingo, 2 de octubre de 2011

Asesinada y aun no descubierta.

Terminé viendo rostros de todo tipo, sonrientes y aguerridos. Tan, tan satisfechos de sí mismos.
Brindaban con las copas llenas, licores blancos y dorados humedecían sus labios risueños.
Tantos, tantos rostros felices.
Yacía yo, decapitada en el entretecho, nadie me había visto aun.
Yo los miraba, con los ojos de los dedos, con los ojos de la espalda, con los ojos que no tengo.
Y los olía, olían a triunfo, a trufas, a alegría espumosa.
Todo a mi alrededor se opacaba, estaba a oscuras, con las rodillas en el pecho, apretada en un lugar pequeño y perfectamente cómodo.
Así es, mientras desbordaba la risa bajo mi cuerpo encerrado, descansaba yo apretada en un rincón. Y no se engañen, nunca me sentí mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario