jueves, 20 de octubre de 2011

Me siento analfabeta.

¿Qué puedo decirte? Hermano, amigo, justiciero herido.

Si son calientes tus derrotas como un hierro puesto al fuego. Como el sol golpeando la piel una tarde de verano.
Si es oscuro tu paisaje, lleno de atajos y callejones sin salida. Como un laberinto soñado por un loco sin sentido.
Si son filosas tus palabras, glaciares derribándose a fuerza de sacudidas de las mías.

¿Qué más puedo decirte? Cristalino goterón de lluvia de frutos rojos.
Salvo que puedo acariciar tu cara, con la delicadeza que necesites, con la ligereza de algo que pudo no ocurrir.
Salvo que acá está tu refugio, fortaleza inerme de nuestra amargura sonriente, pacífica esperanza, tranquilidad sin prisas...

martes, 18 de octubre de 2011

I

Estas son las invisibles huellas de mi expediente manchado.
Estos son los crímenes de transparencia cometidos por mi mano.
Lo que no se lee, por estar escrito en otras lenguas, son los testimonios en mi contra.
Y los cortes y respiraciones profundas que no se ven ni se escuchan, son oníricas venganzas de los pocos que han muerto por mi causa.

Estas son las aguadas palabras de mi retina cansada.
Estos son los augurios secretos de mis noches mentirosas.
ESTOS SON LOS DESESPERADOS GOLPES QUE DAN MIS DESESPERADOS PUÑOS EN LAS PAREDES CONCRETAS DE LA FRUSTRACIÓN DE NO PODER ALCANZARTE.

viernes, 14 de octubre de 2011

Caminar en el frío.

Un frío de ultratumba a fuera.
Viento.
Mujeres de luto.
Perros falsificados.
Niños salvajes.
Inexistencia de las culpas.
Las responsabilidades me evaden.
La noche me calma.

Enferma.

Hoy día me desperté mirando las nubes.
La claridad del día me cegaba. Me mantenía maniatada a mi cama.
Por suerte, de otro modo, estas lineas no existirían ahora.
Y sólo yo sería un cuerpo de piernas magulladas, brazos magullados; tirada en la orilla de una playa desértica.
La misma donde tomé tu mano por primera vez. La misma que vio nacer este experimento humano que hoy ve las nubes desde un colchón.

Hoy desperté con el techo blanco, más cerca de mi cabeza palpitante.
Siento un globo de agua, en un inmenso vaivén, ocupando los rincones de mi cabeza.

Estoy cansada sabes?
Cansada de que me duela la cabeza día por medio.
Cansada de que dormir no sea un descanso, si no una pesadilla.
Esto no es siempre, claro.
¿Pero no que las personas siempre fijan su atención en lo negativo de sus propias existencias erráticas?
¿Por qué habría yo de ser la excepción?

Estoy cansada de tener la salud de una anciana.
De despertar cansada, dormir con miedo si no estás cerca.
Porque tu, de alguna forma que desconozco te transformaste en el antídoto a por lo menos uno de mis pesares corporeos.

Hoy desperté de nuevo. Como ayer y como antes de ayer.
Como todos los días hasta hoy.

miércoles, 12 de octubre de 2011

CortázaR

Con un paseo por las calles de París.
Con las metáforas llenas de alámbres de sus complejos sentimientos.
Con las oscilantes variaciones de su ánimo.
A veces un mendigo en el asfalto podrido. A veces elevándose glorioso a mil pies de altura.

CortázaR siempre me recuerda que para escribir hay que estar enfermo de algo.
Hay que odiar las letras con la misma firmeza del amor que se siente por ellas.
Ambivalente en cualquier juicio.
Filoso como una púa.
Suave como la cabeza colorida de un alfiler.

Rayuela es un espejo roto que no puede evitar reflejarme y al mismo tiempo reflectarme lejos.
Huimos los dos, despavoridos. Espejo y yo. Rayuela y mis ojos. Huimos asustados de nosotros mismos.
No vaya a ser cosa que unas páginas más allá se encuentre el desenlace a nuestras vidas pasajeras.
No vaya a ser cosa, que de pronto las hojas me consuman por completo.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Caminar en una linea y preguntarle a la música cosas superficiales.

Siempre termino viendo las cosas moverse paso a paso. Acumulando en las esquinas algunas de las cosas que viví. No arrepentirme de nada por supuesto. Música puesta en las nubes que me dan sombra cuando camino. Las respuestas necesarias... Detenerme en la noche para amortiguar las ganas de mirarte cerca. Respirar aire frío entre sonrisas. Mi mano se arruga en mi bolsillo, emulando la tibieza que me falta. Pierdo el equilibrio si me transporto, a velocidad vertiginosa a tu camisa. Y si camino sola, camino contigo. (L)

lunes, 3 de octubre de 2011

Refugio en el bosque de tus ojos

Dejé de pensar en muertes dolorosas, mi ánimo dejo se correr salvaje por las calles atolondradas de cualquier parte.
Dejé de sentir, de alguna forma, la necesidad de incrustarme culpas bajo la piel, dejé de enseñar mis estigmas, dejé de armarme recorridos con gotas dolientes de sangre.
En vez de eso, sentí un remezón energético en las venas y abrí los ojos hasta desorbitarlos; todo era más brillante de lo que pensaban.
(Que no me quiten la libertad de amarte las noches que paso en vela, las veces que me lanzo con los ojos cerrados al piso)

Había olvidado como se siente el aire en el pelo, por pasar mucho tiempo bajo el agua escuchando todo en distorción, burbujeante e inconcluso. Me había perdido en la angustia de la interpretación pura y constante, delirosa.
Había atendido a las voces que están en mi cabeza, me había aislado con genuina tristeza a observar como todo se movía a mi alrededor, ruidoso y ajeno.
En vez de eso, giré contigo por el centro, sentí el impulso de saltar a tu mejilla y tatuarte mis labios pequeños.
(Que no se me atrofien las piernas, aunque estén amoratadas; que no deje de asaltarte en cualquier parte mi boca ansiosa)

Aunque a veces me ausente de mi misma y parezca volar bajo y rozar las llamas del infierno que inventé... Me rescatan tus ojos.

Dejé de sentirme evadida por el castigo que busqué.
Dejé de sentirme vagabunda y náufraga en un océano de pesadillas, de viejas conspiraciones ficticias.
En vez de eso, respiré un oleaje de aire puro, de renacimiento entre cenizas, de volar alto alto alto, donde lo brillante del sol me haga enceguecer de felicidad cosquilleante.
(Que no me quiten el inmenso éxtasis de amarte, las torturas pasajeras de mi cabeza de golondrina)

Había olvidado como se siente reír de forma espontanea, el alboroto de mis huesos y partículas desconocidas.
Había encerrado mi alma entre las mordeduras agresivas de mi propio temor, desgraciados patrones de miedo, inseguridad que me harta, me pulveriza los helados huesos.
En vez de eso sonreí al verte, sonreí llorando por la magnificencia y pureza de mis latidos. Latidos que irrumpen y resuenan en mi pecho cuando aparece en todas partes tu mirada.
(Que no cese mi respiración aun, menos ahora que te amo tanto)

Aunque a veces mis pestañas estén pesadas de llanto y mis puños arremetan contra mí... Me rescatan tus ojos.

domingo, 2 de octubre de 2011

Asesinada y aun no descubierta.

Terminé viendo rostros de todo tipo, sonrientes y aguerridos. Tan, tan satisfechos de sí mismos.
Brindaban con las copas llenas, licores blancos y dorados humedecían sus labios risueños.
Tantos, tantos rostros felices.
Yacía yo, decapitada en el entretecho, nadie me había visto aun.
Yo los miraba, con los ojos de los dedos, con los ojos de la espalda, con los ojos que no tengo.
Y los olía, olían a triunfo, a trufas, a alegría espumosa.
Todo a mi alrededor se opacaba, estaba a oscuras, con las rodillas en el pecho, apretada en un lugar pequeño y perfectamente cómodo.
Así es, mientras desbordaba la risa bajo mi cuerpo encerrado, descansaba yo apretada en un rincón. Y no se engañen, nunca me sentí mejor.