sábado, 31 de diciembre de 2011

Desde aquí no sé quién soy.
Estoy poseída.
Tras el plástico oscuro de mis lentes baratos el sol pierde su incandescente nobleza.
Veo destellos en el inmenso cielo.
Sigo sin saber quien soy, aunque sea mi puño el que escribe esto, es el brazo de un niño terrible quien carga con el peso de las palabras, las letras que junto como si tirara dados sobre la mesa.

Miento, fumo mientras escribo.
Estoy envenenada.
Un vasto paisaje envuelve mi trémula escritura.
Desde acá mismo, no soy más que el espejismo de un ser viviente; consciente a regañadientes de su estructura, odiosa y pendenciera en esta carnal cárcel.

Mi mente tampoco vuelta tan alto en este instante perdido, la imagino siendo pájaro; temeroso el vuelo y doloroso el encuentro con un edificio cualquiera.
Estoy dormida.
Recostada. Vertiginosa capa de sueños superpuestos, emociones que no se distinguen, ánimo tempestuoso acechando este atardecer de hilos agónicos.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Esta es la parte en donde pinto las paredes con la ventrílocua inocencia que aún se escurre por mis poros.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Esto, impreciso como lo es, se llama nostalgia; porque me sale a flor de piel como un tumor a media noche. Enfermedad corrosiva que se eleva hasta salir por mis poros, sudo nostalgia..
Y ¿cómo podría ser de otra forma? Si hay tantos minutos que se me atoran en la garganta, si hay pisadas que ya di y que no me calzan, vientos que movieron mi pelo y que ahora me enfrían el alma.
Se llama nostalgia porque quiero reventarme y disgregarme, pertenecer al caos, dejar de respirar.


Por tantas razones te extraño, aunque estés a dos centímetros de mi cara.
Soy un nubarrón borrado del cielo, un castillo de arena en derrumbe. La proyección ilógica de algo determinado a morir.
No podría llamarse ni sentirse de otra forma, porque clava por dentro, puñal encendido, reflexivas y paranoicas interpretaciones.
Y me sé sola, en la bruma espesa de mi incertidumbre.
Me conozco etérea, arrepentida matutina.
Me reconozco habitante y triste, en este segundo que golpeo suave con la punta de mis dedos.


No puedo decir lo mismo de mañana, la sola idea me reconforta.
Más, la tiniebla que me tiene ciega me parece infranqueable. Francamente infranqueable.
Más, la aguja incrustada en algún sitio de mi cuerpo parece perderse con mi sangre, aunarse con mis sistemas, construir circuitos ácidos con mis líquidos vitales.


Llamo a esto nostalgia, porque no pueden evitar humedecerse mis ojos, por razones que me resultan esquivas.
Tanta emoción galopante, tanto infructuoso esquema de relajación. Y respiro, te juro que respiro cada vez que me acuerdo... Y aún así me falta el aire.
Tengo los ojos entrecerrados y la potencial amenaza de sentirme estúpida.

No comprendo nada más allá de estas manos.


Tormento. Tortura. Inconexia.
Nostalgia. Presentimiento. Miedo.
Angustia. Culpa. Confusión.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Si fuera un poco como de plumas, como de lluvia liviana; pasajera de los segundos en trance.
Fibra invisible.
Filoso el aire , en silencio perseverando. Casi maligno.
Nave ausente.
Pérdida.
Solapamiento de imágenes, vertederos imaginarios.
(Si sólo supiera de trenes)
¿Síntomas? Casi lo olvido... Sueños sobre estar sumergido en un mar rabioso y espeso, abrumador. Claustrofobia. No querer morirse...
Inverso. Tiempo. Atrás. Sinónimos de otras frecuencias; lenguaje esférico.

martes, 13 de diciembre de 2011

Cuando el mundo se vuelve obsoleto, quiero dormir días enteros.
Las cosas giran a mi alrededor, está todo inclinado unos grados a la derecha y por eso siento vértigo al caminar descalza por mi habitación.
Las pantallas, todas las pantallas están muertas y rotas, negras; y me cuesta explicar la desolación que esto me produce...

lunes, 5 de diciembre de 2011

Que Revivan A Todos Los Muertos.
Me pierdo, eterna. En el fundamento perfecto de una existencia infundamentada.
Me ahogo, asquerosa. En el reproche diario de las semanas que parecen ser una misma cosa.
Me prometo, mentirosa. En un contrato inútil que jamás puedo creer.
Me enfermo, sana. En padecimientos que me resultan esquivos.
Me arrepiento, excluida. En terrenos acuosos compulsivos.

Simple tarde, el mejor momento del día.

Las tardes huelen santas con sus cielos locos y perfectos, los matices celestes de lo alto que se incrustan y hacen cosquillas a nuestros ojos entrecerrados, escondidos tras plásticos coloreados.
Las calles de vuelven caminos barrocos o lo que quieras.
El suelo deja de tener una consistencia a tierra firme  y se transforma en nubes y mis pisadas se hunden en una dimensión donde el equilibrio es cosa de desequilibrados. Prefiero el tambalear febril de mis piernas, prefiero mirar por encima de mi hombro en dirección al cielo y verte dibujado a contraluz, tan cerca que es inevitable elevarme en un salto y clavarte un beso rosado, blando como un pastel de abuela, como una almohada en venus, como un pétalo de flor de carne.
Y las ondas de calor y viento que están en todas partes, desnudándonos los ojos y vulnerabilizándonos el tacto, tu mano roza mi mejilla.
Si por mi fuera esas tardes serían eternas y esos paseos se enredarían en calles torcidas que no hemos visto nunca, llenas de árboles y manos y cariños y tus ojos y gatos en tu pelo y gatos en las ventanas y un beso que te robo y un momento en que no pienso y un sentimiento tan enorme como el cielo lleno de colores santos y una espina tan blanda, un dolor tan deseable en esta caída libre, vértigo luminoso que nos deja ciegos y tomo tu mano para no perderme y me entrelazan tus dedos en un giro que doy en la mitad de la calle y todo es simple y perfecto y romántico y huele bien como tu cuello.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Prisma.

Sonido espacial.
Colores de flores ensangrentadas.
Tiempo escurridizo, palancas de reloj imaginario fundiendome entre la gente.
Niebla en negativo, claridad que me sumerge en infinitos pasadizos, pegajosos, recurrentes pasillos de muerte.

Pienso entre espirales y sacudidas de realidad escurriéndose en mi cama.
Me resbalo hasta que mis pies se disuelvan en el suelo.
Y mis ojos como manchas que no se despegan del techo piden la dulce visita de los tuyos.
Bosques acaramelados que esconden sustancias blandas, musicalidades nubosas...

(Musicalidades nubosas, tempestades y huracanes emotivos, perplejidades suaves, dulces augurios y terribles mantras, poesías se escriben en mi craneo, se tatuan en mis huesos...)

Letras que flotan chocan contra mis ventanas, transforman todo mi cuerpo en lienzo.
Dejo de existir entre pulsos incoherentes.
Existo en un lugar no habitable.
Inhóspito palacio de aires tóxicos que revelan mis verdaderas intenciones, pasajeras, inocuas, enfermas y crepitantes.