lunes, 26 de septiembre de 2011

Enfermedad.

Tengo la enfermedad de las arrugas en los ojos, la basura en la ropa, el viento en el pelo, encapsulado. En las noches soplo mis sábanas con ese viento tierroso que se me pega en las tardes.
Tengo la enfermedad del pecho bipolar, el que golpea en agonía y golpea en sus primeros momentos de vida. Latidos lentos de miedo, lentos de envidia, lentos en la tibieza de las horas.
Mi enfermedad se da cada cierto tiempo y pierdo la cabeza pronto.
Se me apagan los ojos aceitunados, veo sombras que quieren atacarme, escucho ruidos que me alejan de la tierra. Me elevo a mil pies de altura, pero a la fuerza, justo cuando más quiero sentir tierra firme bajo mis zapatillas de vándala.
El antídoto es tan díficil de obtener a ratos y se me acaban las palabras para pedirlo a gritos. Pero... mi enfermedad me sella los labios, me envuelve en un relomino ESTÚPIDO que nunca ha terminado para mejor.
Mi enfermedad es constante como yo misma. Constante selectiva.
Me recupero y recaigo.
Me empiezo a sentir mejor...

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