sábado, 26 de noviembre de 2011

Me da por avanzar en los años desde aquí, desde mi cama.
Me da por volverme vieja y tolerar más el tiempo, respirar más hondo, respetar más el silencio.

Querer encerrarme a escribir tristezas, escribir dulzuras, escribir tonteras que cruzan mi frente, rayándola como un mapa, dejándola rota y reventada como un durazno que se cayó al suelo y dejó sus jugos haciendo dibujos en la tierra.

Querer inventarme de nuevo sin volver a lo que era, disfrutar de las letras como si no existieran más cosas, perderme entre lineas, leer en secreto.

Que el sol me convierta en gato de hábitos flojos, levantarme con esta mirada tibia, olvidar la tendencia suicida.
Que no exista el tiempo y me extravíe en los desalojos de mis ideas cuerdas.

Camino en círculos por las habitaciones frías de mi casa.
Miro por las ventanas y se me vienen tantas ideas tristes a la cabeza.
Decapito el ser pensante que me advierte las desgracias.
Planeo desintegrarme por un momento eterno y quedarme ahí en ese espacio infinito y cítrico, donde no soy yo y lo soy en demasía al mismo tiempo; donde sobra la explicación y sobro yo.
Me abstraigo y me borro del mundo que creé en segundo, me disuelvo en el instante donde pierdo lo absoluto y mis manos frías quedan vacías y temblorosas, ojos borrosos no miren, ojos borrosos no cuestionen, ojos borrosos huyan.

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