sábado, 26 de noviembre de 2011

La necesaria amistad entre un asesino y mi conveniencia, sin pensar en el dilema ético/filosófico/moral/subjetivo respecto a la definición de vida y muerte.

Saludo a todos los muertos, de pálidas cabezas calvas rondando mis interiores.
Saludo a las enfermedades silenciosas que circulan plácidas, las carreteras de mis sistemas.
A diario siento la amenaza cabizbaja de una muerte prematura ... de una explosión de sangre. Y no se lo digo a nadie porque odio los hospitales emocionales y los fármacos de condescendencia administrados a diestra y siniestra por las incompetentes manos que no quiero que me toquen.
Alejen sus miserias de mi pordiosera enfermedad anti natura.
Un ente amigo quita la vida de su fuente, absorbe ansioso cualquier potencial atisbo de vida.
Vida chispa. Vida lúcida. Vida luz.
Y nos saludamos cordiales, como mafiosos cerrando un trato.
Nos damos la mano en un sueño negro, ente verdugo y yo vicaria.
Nos alejamos por un tiempo, ente adorado que no me niega la muerte.
Muerte vecina. Muerte conveniente. Muerte culposa.


No hay comentarios:

Publicar un comentario