martes, 20 de marzo de 2012


Acuso a mi tambaleante forma de ser por las lágrimas que corren vertiginosas por mi cara, acuso a mi fortaleza ilusoria por querer lo que me resulta esquivo.
Si estoy triste es por culpa de mis costillas de lana, incapaces de contener lo que siento y disparo como una loca, los sentimientos que me inundan en todas las direcciones.
Si estoy quebrada es porque poseo un esqueleto cristalino, transparentes son mis intenciones y más claro no puedo decirlo, te quiero.
Es eso lo que me atrapa, la libertad inmensa de sentir, las necesidades torpes de mi mundo interno.
No puedo decirlo de otra forma, porque me estoy muriendo en este momento, porque es mi último momento en la tierra antes de perderme en papeles alborotados que vuelan por mi habitación.
Acuso a mi garganta cerrada, acuso a mi incapacidad de gritar.
Tiemblo a veces, estoy enferma.
No puedo ser más clara, te necesito.
Doy pasos nocturnos, pierdo el equilibrio, me siento mal, tambalea mi marcha. (Palabras que se repiten siempre, en mi cabeza, en mi mano de pluma oxidada)
Estoy entregando todo lo que tengo.
Siento la vulnerabilidad apoderarse de los pocos dominios cuerdos de mi trastocada realidad ficticia.
Escupo letras que piden que no me dejes enloquecer, no puedo decir otra cosa, me estoy volviendo loca.
Se tornan confusos los pasajes de mi mente, de mi corazón, de las voces interiores que susurran en la catedral de mi pecho.
Casi puedo ver la congestión de mis debilidades, de mi sensibilidad extremista e inevitable, de mis llantos cuando te extraño, aunque estés a tres centímetros de mi espalda.
Arremeto contra mi misma, cuando llega tarde el arrepentimiento, la ignorancia real de lo que se mezcla en mis intestinos, no puedo sentirme peor, me disculpo.
Y subo al cielo, como espuma. Y me río cuando pasa el calambre de sentir la respiración fría de la indiferencia en mi cara.
Surjo entre las cenizas clichés de una acomodación racional de lo que siento. :c


























De la muda escuela.
De la transparente ciencia del silencio.
De los pesares entre paredes.
De las angustias a puerta cerrada.
De las expectativas cansadas.
Del debate conciliador.
De la confusión de la autoestima.
De lo nuevo y agotador.
De lo antiguo y difuminado.
De los colores de mi ánimo.
De aguar canciones.
De lo inconcluso.
De un insight.
De la pérdida.
De un intento o más.
De la derrota.

domingo, 11 de marzo de 2012

Acerca tu mano tibia y tu mejilla transparente, transeúnte espacial.
Sobre nuestras identidades esquivas, sabe la noche y las dulces notas de la oscuridad plagada de estrellas; saben los sabores que nos desfiguran el rostro y nos animan los ojos; saben los vapores exhalados por nuestras bocas amistosas.

La intuición fue nuestra brújula entre campos de trenes muertos y calles profundas y sitios preciosos y pensamientos ruidosos.
Rieles diarios de nuestra continua conexia.
Nacimientos diarios de sensaciones extasiadas.
Galaxia o bahía hacia la centinela de un paseo con el sol a nuestra espalda.
Estuve ahí y estuve contigo, con tus ojos que se perdían en la monumental frondosidad de los árboles. Tus ojos, dos bosques, dos avenidas de miel y madera y oliva y ámbar y esas palabras que suenan parecido según el oído adiestrado de mi corazón drástico, fulminante...

Irrumpimos en un ser mitológico y los mapas parecían órganos internos.
Dormimos enroscados en el caracol de su oído y escalamos despacio cada vértebra de su espalda enérgica.
Me llevaste de la mano y cada segundo fue perfecto, etéreo y somnoliento.
Cada beso que pegué en tu cara cargaba las emociones cálidas del verano.
Rosado, tenue, alivio, inhalo... exhalo.
Tu sonrisa me extravía en vendavales de aire nuevo.
Mi pulso se acelera, se agitan mis ojos y el vértigo se adueña del centro de control de mi cuerpo. Y todo es gracias a ti, a tu benevolente presencia en mi existencia, a tu aparición ectoplasmática en mis sueños.


Y pienso, que si mi cama tuviera sábanas, tendrían tu nombre bordado en todas partes.